Sus manos son humildes, sencillas. Hace tiempo mecían mi cuna y después trenzaron mi largo pelo.
Ahora, desgastadas por el imparable paso del tiempo, hacen y deshacen movimientos ya ancianos.
Los días han jugado en contra del brillo de su piel y empuñar la fuerza del ayer ha surcado en ellas muchos errores y aciertos. Con el hilo de la experiencia y el saber hacer ha cosido una gran familia y el amor eterno de una nieta. En blanco satén llevo su nombre conmigo.
Hola Ingrid. Primera visita a tu blog. Pasaré más a menudo por aquí.
ResponderEliminarUn beso.
Genial !
ResponderEliminarbienvenido,
besos